César García-Rincón de Castro (2024)
El compromiso del voluntario con la entidad y el proyecto en que participa es clave para la misión de la misma, una misión que se sustenta en la red de vínculos humanos y emocionales que los voluntarios y voluntarias establecen con las personas a las que ayudan, y también entre las personas que conforman dicha entidad. El compromiso del voluntario está muy unido a su motivación, y ésta es un asunto clave que preocupa y ocupa a las entidades y, por tanto, que conviene reflexionar y profundizar. En este artículo me propongo arrojar un poco de luz sobre el tema, de cara a saber y poder abordarlo mejor, máxime en estos tiempos líquidos e inciertos en que vivimos, que afectan también al modo de ser y estar en sociedad, generalmente con modos de vinculación y participación débil en muchos ámbitos, no sólo en el voluntariado. Por ello, el filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman, define la modernidad líquida como una pérdida progresiva de los enlaces sociales sólidos, de tal modo que, como ocurre en los cuerpos líquidos, las moléculas que conforman la sociedad pierden vinculación-compromiso (desde unos valores, principios, etc.) y por eso la realidad ha pasado paulatinamente del estado sólido al líquido durante la modernidad.
La propia palabra solidaridad, en su etimología, viene del solidus, que hace referencia a los cuerpos cuyas moléculas están fuertemente unidas entre sí. Efectivamente, las entidades venimos constatando desde hace años, que el compromiso del voluntariado está de algún modo influido por una política de vida cambiante, incierta, dinámica, compleja, y ello se traduce en una alta rotación de voluntariado cada cierto tiempo, lo que ha obligado a las entidades a flexibilizar y acotar sus propuestas y procesos de voluntariado en el espacio-tiempo en que desarrollan su misión. No obstante, una respuesta adaptativa de las entidades a lo que hay no es suficiente, si no se complementa con un esfuerzo por alimentar el compromiso y la responsabilidad como una competencia clave para la vida, no sólo para el voluntariado, desde la comprensión de sus fuentes. Las experiencias de voluntariado son, para muchos jóvenes, la primera oportunidad y el primer campo de entrenamiento de un compromiso verdadero y auténtico, que luego tendrán que ejercer en otros roles y situaciones sociales.
EL DISEÑO DE TAREAS DE VOLUNTARIADO COMO ACEQUIA DEL COMPROMISO.
Cuando pensamos en competencias, valores y virtudes, como el compromiso y la responsabilidad, lo normal es que las situemos en el interior de las personas, en su personalidad, motivaciones, sistema de valores y creencias, etc. Y no nos falta razón, pero tampoco esa es toda la razón y el motivo del compromiso. La pregunta que sugiero aquí es esta: ¿hay situaciones y experiencias que fomentan y facilitan más el compromiso que otras? Si cada uno pensamos en algunas experiencias personales y situaciones que hemos vivido, seguramente nos inclinaremos por el sí: efectivamente, ha habido situaciones y experiencias que han facilitado mejor el riego de mi compromiso, y ha habido otras que lo han bloqueado o me han disuadido de abandonar, que lo han secado.
Por poner un ejemplo, en Fundación FADE tenemos un diseño original de proyecto de atención a nuestros mayores, llamado “Cantando Emociones”. Es un proyecto innovador, que busca el bienestar social y emocional de los mayores, y en el que los voluntarios y voluntarias disfrutan tanto o más que los usuarios con la música, las actividades y dinámicas, etc. El proyecto tiene un manual-guión con las pautas muy claras, con un itinerario, y realmente cada sesión “engancha” y el voluntario/a está deseando que llegue la siguiente unidad, lo mismo que el usuario. A esto me refiero como fuente extrínseca o acequia que canaliza y riega el compromiso. Este programa tiene muchos componentes de un diseño de tareas que facilita el compromiso, tal y como lo definimos en la competencia Responsabilidad y Compromiso en el nuestro proyecto formativo de soft-skills Talante Solidario:
- La persona tiene un rol claro y prescrito en la actividad, que evita la incertidumbre de no saber qué hacer, o tratar de “buscar su sitio” en el voluntariado. Sin estar reñido con la deseable autonomía e iniciativa personal del voluntario, es importante que, en una actividad de voluntariado, los roles y tareas estén claros y definidos, porque ello, entre otras cosas, es sinónimo de eficacia y logro de los objetivos.
- La persona está realmente capacitada para la tarea en cuestión, o por lo menos aprende unos mínimos con cierta facilidad. Si notamos que no estamos suficientemente preparados, debemos solicitar la formación que necesitamos a nuestra entidad, así como buscar también, en la medida de lo posible, conocimientos y formación por nuestra cuenta.
- La persona puede probar las capacidades propias y aprender-desarrollar nuevas capacidades (reto personal). En la medida en que podamos, elegir aquellas tareas que sean más retadoras o estimuladoras para nuestras capacidades.
- La persona participa en la fijación de las metas a lograr. No siempre es posible en todas las tareas de un proyecto, pero, por ejemplo, cuando preparamos una actividad puntual, nos comprometeremos más en la misma si participamos en su planificación que si sólo vamos a colaborar esperando que la preparen otros.
- La persona puede ser creativa, aportar soluciones y nuevos procedimientos. Aquí tenemos que echar mano también de nuestra competencia de “Iniciativa y Autonomía” y proponer nuevas ideas, en la medida en que el proyecto y las tareas lo permitan, que un margen de propuestas de mejora siempre lo hay.
- La persona tiene cierto grado de autonomía y control sobre su desempeño. A medida que vamos afianzando nuestras competencias y experiencia, lo normal es que deleguen en nosotros más responsabilidad y autonomía, y asumir esta responsabilidad hace que nos impliquemos y comprometamos más.
- La persona percibe y define al otro como alguien realmente necesitado de mi ayuda. Es importante que aprendamos a ver las necesidades invisibles, a detectar y leer las emociones del otro, etc., y esto nos lo proporciona también la formación técnica adecuada. Cuando somos capaces de ver más allá, de ver realmente lo que el otro necesita en cada momento, nos comprometemos más y empatizamos más.
- La persona tiene relación directa con el beneficiario y, por tanto, percibe con mayor facilidad los resultados de su acción. Pero esta relación directa también depende de lo que cada cual quiera abrirse al otro, del vínculo afectivo que desee establecer. Desde cierta distancia emocional y técnica, es más difícil comprometerse de verdad: las emociones nos unen.
- La persona percibe y sitúa su tarea dentro de un todo, es decir, un proyecto global, una misión. Es importante conocer la labor y los proyectos de la organización, más allá de mi pequeña aportación en el voluntariado, porque cuando sitúo dicha labor en un proyecto compartido más grande, soy consciente de la importancia de mi colaboración y me comprometo más.
- La persona recibe un feed-back sobre su desempeño y un apoyo técnico-afectivo por parte de la organización. Y si no lo recibimos, también podemos pedirlo, es bueno tener feedback, porque es como conducir con espejo retrovisor o sin él, con referencias o sin ellas. Si necesitamos esas referencias sobre lo que hacemos para afianzar nuestras competencias, y no las tenemos, debemos solicitarlas.
He podido observar, a lo largo de mi experiencia acompañando voluntarios, cómo muchos de los que han abandonado daban razones basadas en lo que hemos comentado: no me siento útil, no cuentan conmigo, no siento apoyo, no puedo opinar, nadie me pregunta cómo me va, los usuarios son unos desagradecidos, lo que hacemos no sirve para nada, siempre hacemos lo mismo, no veo resultados, etc. Por ello, es importante habilitar espacios de reunión y reflexión con el voluntariado donde puedan expresar cómo están viviendo su compromiso, qué dificultades experimentan con el mismo, qué les ayuda y motiva más y qué menos, etc.
LOS VALORES ASUMIDOS Y EXPRESADOS COMO POZO DEL COMPROMISO.
La principal fuente interna del compromiso son nuestros valores, nuestra tabla axiológica como se dice en psicología. Cuando se seca la fuente interna de nuestros valores, nuestro ser entra en anhomeostasis (falta de homeostasis, equilibrio), nos dice el Dr. Carlos Castilla del Pino en su libro “Teoría de los Sentimientos” y, de hecho, una buena parte de las terapias en psicología se enfocan en la restauración de la brújula axiológica de las personas, porque esa es la base para reorientar la propia vida. Por ello los valores expresados y comunicados por las entidades hacia el voluntariado y el personal son tan importantes, ya que se convierten en guías de la acción y en atractores del compromiso. Tanto es así, que en un libro de empresa llamado “La dirección por valores”, sus autores, Salvador García y Shimon Dolan, definen los valores en las organizaciones como “atractores del caos”, dado que las organizaciones hoy son sistemas caóticos y líquidos. Y así es, cuando parece que nuestra vida es un caos, en esta realidad líquida y VICA (volátil, incierta, compleja, ambigua) que vivimos, los valores son nuestra mejor brújula que aporta estabilidad y certeza en las decisiones que tomamos y los proyectos que emprendemos.
Así pues, la acción comprometida es «una acción basada en valores», es decir, entra en eso que llamamos «vida comprometida», forma parte del propósito vital, que además sucede en el «aquí y ahora» (no en el futuro). Cuántas veces utilizamos el condicional y el futuro, o el pasado, para apelar al compromiso de voluntarios y/o profesionales, para recordarles lo que «no han hecho» (pero no lo que podrían hacer para mejorar), y nos olvidamos de facilitarlo, reforzarlo y evaluarlo en el «aquí y ahora» de las acciones prosociales.
Efectivamente, en la moderna ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso), cuyo autor-creador es Steven C. Hayes, la acción comprometida tiene tres características esenciales:
- Ocurre en el aquí y ahora: estoy comprometido contigo, pendiente de ti, centrado en ti, estoy aquí y “en lo que estoy”, y no con mi cabeza en otro lugar u objetivo.
- Está vinculada específicamente a los valores: lo que hago está alimentado y sostenido por lo que creo que es lo que debo hacer, lo que representa mis ideales, y por tanto me fortalece y da coherencia a mi modo de ser.
- Es una acción: mi compromiso se expresa en un modo de estar y hacer contigo, con una actitud (modo de ser) adecuada, y no tanto en una intención, un plan, un deseo o una promesa.
CINCO CLAVES PARA UN COMPROMISO AUTÉNTICO Y REAL.
Para finalizar me gustaría compartirte algunas de mis claves personales para afianzar y mantener los compromisos en la vida, y que también me aplico a mí mismo. En concreto creo que son esenciales estas 5 claves:
- Antes de comprometerse con otros, creo que ese esencial estar comprometido con uno mismo. Hazte estas preguntas: ¿Estás comprometido contigo mismo/a, con tus valores, con tus opciones con lo que quieres para ti en esta vida? Estar comprometido/a con uno mismo es tener claridad acerca de nuestra misión en la vida, de nuestro futuro, de nuestro papel como ciudadanos/as en el mundo que nos ha tocado vivir, y nuestra contribución a mejorarlo. Y esa claridad es la que luego nos ayuda a expresar nuestro compromiso en los diversos ámbitos de la vida. Observa los casos de corrupción y deterioro institucional que, desgraciadamente, vivimos hoy a muchos niveles: detrás de todos ellos hay personas que no se han hecho estas preguntas de sentido y misión en la vida, que en realidad no están comprometidas con ellas mismas.
- Vincularme emocionalmente con las personas, no sólo con una o dos, en las organizaciones y proyectos, me ayuda a sentirme más comprometido y menos tentado a abandonar mis compromisos. En realidad, nos relacionamos con el mundo a través de nuestras emociones, por eso la capacidad de expresarlas adecuadamente y de identificarlas en los demás, así como compartirlas, es el mejor pegamento social, que teje compromisos y sinapsis sociales. Las personas que no están dispuestas a comprometerse, rara vez se vinculan emocionalmente con los demás, pueden mostrar simpatía artificial, pero nada más.
- Aceptar con valentía y determinación los proyectos y tareas que realmente merezcan la pena por la calidad y trascendencia de su finalidad, esto es, alineados con los valores que considero fundamentales y esenciales. Siempre que comienzo un proyecto de coaching con una organización o empresa, pido leer los documentos clave de ésta, donde expresan sus valores y su razón de ser, su misión en el mundo. Yo sé que tengo el tiempo que tengo, y te aseguro que no lo voy a perder en proyectos que no merecen la pena, porque su finalidad no está alineada con lo que ahora necesita el mundo, que está muy bien resumido en los ODS (Agenda 2030 de Naciones Unidas). Cuando nos comprometemos con nosotros mismos, con un estilo de vida y una brújula personal de valores, entonces es más fácil comprometernos con otros y mantener esos compromisos el tiempo que sea necesario.
- Me ayuda lo que llamo yo la escalera del compromiso, que tiene tres peldaños según la calidad del mismo: 1) hacer la tarea (cumplimiento), 2) hacer una buena tarea (cumplimiento competente) y 3) hacer una buena tarea que aporte valor (cumplimiento excelente). Siempre trato de llegar al tercer escalón, de buscar la excelencia, y eso me compromete aún más. El compromiso rutinario o ritualista, al final se convierte en un penoso deber, pero no saca lo mejor de nosotros y ello repercute negativamente en nuestra fuente de motivación interior, en nuestro pozo de valores.
- Estar dispuesto a ofrecer siempre algo más de lo que te has comprometido. Se concreta en tener detalles prosociales o extra-rol más allá del compromiso, como quedarse un rato más, ayudar a recoger, aunque no sea tu función o responsabilidad, añadir algo como detalle que no estaba estipulado, etc. Todo este tipo de gestos que cuestan muy poco y que el otro o los demás no esperan, al final generan un círculo virtuoso de compromiso mutuo entre las partes, y afianzan el compromiso de todos. Las personas se comprometen más con las organizaciones que se comprometen con ellas, y viceversa. Precisamente, el mejor indicador del compromiso en una empresa u organización lo ofrece la conducta prosocial o extra-rol de las personas de esa organización, es decir, si están dispuestas a dar algo más de lo que marcan los requerimientos de su rol. Pero no pensemos tanto en cantidad de conducta como en calidad de conducta, cuando hablamos de dar algo más: sonreír, mostrar empatía y ser amables con las personas, es un ejemplo de conducta prosocial que no está escrita en los contratos, pero que genera mucho valor en las organizaciones humanas.
Si este tema tan importante del compromiso en el voluntariado, con la vida y con uno mismo, ha resonado en ti, te animo a que esa música siga sonando y a que adquieras más destreza en este instrumento-competencia en la gran orquesta del voluntariado, donde todos aportan, cursando la competencia Responsabilidad y Compromiso en Talante Solidario.
Este proyecto es posible gracias a la colaboración de la Consejería de Política Social, Familias e Igualdad de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030.