César García-Rincón de Castro (2024)
Fue en un campamento de verano, hace ya medio siglo, yo tendría unos 8 años, cuando aprendimos a hacer un “teléfono de vasos”. La manualidad consistía en hacer un dispositivo con dos vasos de plástico (en aquel campamento fueron de los yogures que nos tomamos en la merienda el día anterior, y la actividad la hicimos de dos en dos, cada cual aportando su vaso de yogur reciclado) unidos por un hilo fuerte (cuerda de bramante nos dieron) mediante una pequeña perforación en cada uno de los vasos: se introducía el hilo por fuera, por la base del vaso, y dentro se hacía un nudo para que no se saliese.
Y efectivamente, comprobamos que funcionaba muy bien, y nos pasamos un buen rato de la tarde hablando con nuestro compañero/a de actividad. Pronto descubrimos dos cosas esenciales para comunicarnos por el teléfono de vasos:
- Que el hilo-cuerda debía estar tenso, de lo contrario el sonido no viajaba por el mismo, no había vibración física a través del hilo que fuese capaz de hacer vibrar el vaso-receptor, como si fuera un altavoz.
- Que cuando uno hablaba, el otro debía escuchar, y viceversa: el boca-oreja, manteniendo la tensión de la cuerda, era condición necesaria del dispositivo.
La actividad estuvo muy bien, lo pasamos genial haciendo el teléfono y viendo cómo funcionaba, pero la actividad se quedó en algo divertido y no fue más allá. Y, medio siglo después, con mucho recorrido pedagógico ya a tus espaldas, vuelves a esa situación-experiencia y dices: ¡qué pena no haberla aprovechado más! ¿Para qué? Podríamos preguntar. Pues para hacer una reflexión posterior en círculo de campamento y hablar de lo importante que es escucharnos de verdad, es decir, cuando uno habla (boca) los demás escuchamos (oreja), como el teléfono de vasos.
Pero hay más cosas: ¿qué significará eso de la cuerda en tensión? Pues aquí podríamos hablar de nuestra actitud, es decir, de nuestro interés, atención y respeto por lo que el otro nos está contando: sólo cuando mostramos atención, interés y respeto por lo que el otro nos cuenta, nuestra actitud está con la tensión necesaria para comunicarnos eficazmente.
Hace relativamente poco, he retomado esta manualidad y experiencia en una conferencia sobre comunicación en los cuidados organizada por Fundación FADE, en el marco de las Jornadas Familia Cuidando, dirigido a cuidadores y cuidadoras de personas mayores en el hogar, que tuvo lugar en junio de 2024 en el Hospital General Universitario Reina Sofía de Murcia. En mi conferencia debía abordar el tema de la comunicación, y lo inicié haciendo el experimento del teléfono de vasos con dos voluntarias del público. Todos lo conocían, pero nadie había caído en la cuenta de lo que se puede aprender y reflexionar acerca de esta sencilla experiencia vinculada a nuestras actividades de campamento o de ocio y tiempo libre educativo, o en familia.
Y, ¿qué es esto de la actitud comunicativa, en qué se concreta para que la cuerda esté tensa y bien afinada, como la cuerda de un instrumento musical? Efectivamente, y en el campamento había guitarras, las cuerdas de los instrumentos musicales no suenan, o no suenan bien, si no tienen la tensión adecuada. Esta actitud de la que hablo, está formada por cuatro dimensiones relacionadas entre sí:
- ATENCIÓN. Es un mecanismo básico, previo a la percepción de cualquier mensaje o estímulo. Si no estamos atentos al otro y lo que nos cuenta, no percibimos bien. Si sólo estamos atentos a nosotros mismos, a nuestros pensamientos, a nuestras necesidades, a la imagen que estamos dando al otro (el postureo y esas cosas…), a los dispositivos móviles (el dichoso smartphone…), pues no estamos atentos al otro.
- INTERÉS. El interés por el otro y lo que nos cuenta, implica estar interesados por alguien y por algo más allá de nosotros mismos (descentrados de nuestro YO se dice también), implica tener apertura y acogida hacia el mundo del otro y sus necesidades y problemas, implica, en definitiva, ser prosociales y solidarios.
- RESPETO. Atender al otro y mostrar interés por lo que nos cuenta, ya es respetarle de algún modo, lo que no quiere decir que estemos de acuerdo con todo lo que nos cuenta, algo que en el propio intercambio comunicativo también podemos expresar de modo asertivo y adecuado, lo cual evita que se rompa la interacción, que se destense la cuerda. Cuando no respetamos al otro como persona, porque tal vez es diferente a nosotros en uno o varios aspectos, dejamos de escucharle auténticamente, de atenderle y mostrar interés. Podemos ser muy buenos actores de la comunicación, pero en el fondo, sin respeto hacia el otro, no hay comunicación real.
- EMPATÍA. Es clave para la buena comunicación ponernos en las coordenadas del otro, ver el mundo desde su óptica y sus circunstancias, leer el mapa de su realidad, porque sólo así comprendemos mejor su mensaje como receptores, y explicaremos mejor nuestro mensaje como emisores. Antes de comunicar algo a otros es importante hacerse esta pregunta: ¿si yo fuese esta persona, cómo me gustaría que me comunicaran este mensaje, cómo lo comprendería y aceptaría (si es el caso) mejor?
El resumen, lo más importante para comunicar, me parece que es la actitud que tengamos ante el otro en el proceso comunicativo. La aptitud comunicativa, eso que te enseñan en la mayoría de los cursos y manuales de comunicación, con variadas destrezas verbales y no verbales (algunas de ellas incluso presentadas como claves definitivas e infalibles por no pocos gurús e influencers, para marcar la diferencia y lograr todo lo que te propongas), es necesaria, pero es sólo una parte, y no precisamente la más importante. Cuando no hay actitud, es decir, cuando no hay atención, respeto, interés y empatía hacia el otro, no hay comunicación, porque la cuerda se nos destensa. Hay bla, bla, bla, pero nada más. Y en el ámbito del voluntariado, de la ayuda mutua y los cuidados, nuestro teléfono de vasos conecta sentimientos e ideas a través de la empatía, y por eso funciona.
En la competencia de Comunicación Interpersonal, que puedes cursar en www.talantesolidario.org aprenderás y practicarás muchas más cosas sobre lo que he comentado, y aplicadas en tu voluntariado. Tiempo de verano, tiempo también para ayudar, porque la solidaridad no se va de vacaciones.
Este proyecto es posible gracias a la colaboración del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030.