La clave para formar voluntarios independientes y comprometidos con tu organización

La clave para formar voluntarios comprometidos es desarrollar su iniciativa y autonomía, te contamos cómo

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La propia metodología de enseñanza-aprendizaje que utilizamos en Talante Solidario para aprender y entrenar las competencias o habilidades blandas, se fundamenta en la autonomía y el compromiso del alumno con su propio proceso de formación. Es decir, además de tener una soft skill “ad hoc”, clave para trabajar esa dimensión tan importante hoy en las organizaciones, la autonomía personal y el compromiso son también valores transversales que están en todo nuestro proceso pedagógico. De hecho, en los cursos de formación de tutores Talante Solidario, hablamos de pasar de una pedagogía del rollo, propia de un alumnado espectador y centrada sólo en contenidos teóricos, a una pedagogía de la claqueta, propia de un alumnado protagonista y actor y centrada en las competencias, que incluyen contenidos, capacidades y actitudes.

De la vida en serie a la vida en serio

Efectivamente, la vida puede vivirse en serie, como un espectador que mira e imita los guiones que nos presentan las modas y masas de consumo, como quien se engancha a una serie tras otra desde el sofá de su casa; o la vida puede vivirse como un actor que prefiere, sin dudarlo, tomarse las cosas en serio (no en serie), salir a la realidad y escribir su guion existencial, trazar proyectos de vida compartidos junto a otros para un mundo mejor. En este sentido, el voluntariado constituye un espacio privilegiado para vivir en serio, con referentes humanos reales. Y en todo ello late la iniciativa y la autonomía.

En Talante Solidario, cuando un alumno entrena la competencia Iniciativa y Autonomía, enseguida reflexiona sobre tres actitudes que podemos tener ante los retos y problemas que nos plantea la vida (García-Rincón, 2018)[1]:


Marinera: es típica de las personas que se aventuran sin miedo, que no tienen pereza de sí mismos, que se ponen la gorra de marinero y dibujan su propia hoja de ruta, que tienen ese espíritu de navegante aunque haya tempestades, que, como nos dice A. De Saint Exupery en ‘El Principito’, «experimentan el anhelo de mar libre y ancho antes de construir el barco». Pero no hay que confundir la actitud marinera con ser una persona irresponsablemente lanzada o “echada para adelante”. Antes bien, el marinero tiene hoja de ruta, mapa de navegación y un horizonte claro, sabe adónde va. Pero a diferencia del vigía, la persona marinera está dispuesta a batirse con las olas, los vientos en contra y las dificultades propias de los compromisos que adquiere.

Vigía: es propia de las personas que tienen un catalejo para mirar antes de decidirse. Antes de echarse al mar dicen “vamos a ver” y esperan a que la mar esté en calma, a ver cómo lo hacen otros y cómo les va, a que se den las condiciones óptimas … y de este modo nunca o casi nunca se lanzan a por los desafíos, porque es muy difícil tener todo controlado y saber de antemano lo que va a pasar. No digo que no haya que ser precavidos/as (que es bueno) y lanzarse a la aventura sin más, pero lo que no funciona es querer estar absolutamente seguro de todo para tomar una decisión.

Turista: con sus típicas gafas de sol para no mirar ni que le miren, para reflejar la realidad y que no le traspase, y con su sombrilla para no mojarse o pasar calor. El turista social se queda en su zona de comodidad, en su isla para siempre, y va por la vida con esa actitud distante y con el caché que da “ser turista” de las cosas, de las experiencias y hasta de las personas. Pasa por la realidad pero la realidad no pasa por él, no disfruta de la esencia de la vida, de la profundidad de las cosas, porque vive en la superficie, no se adentra. El turista “no se moja” ni se embarca en aventuras, ni siquiera mira el horizonte como el vigía, sencillamente se divierte y se olvida de lo que hay más allá de su zona de comodidad. Si el voluntariado no pasa por nosotros, no nos deja huella, y simplemente nos dedicamos a pasar por él como una actividad más, seguiremos siendo turistas sociales.

Imagínate por un momento cómo sería tu futuro en cada una de las zonas/actitudes que hemos descrito. Piensa dónde te ves dentro de 10 o 15 años:

  • Si mi actitud ha sido marinera…
  • Si mi actitud ha sido vigía…
  • Si mi actitud ha sido turista…

Si trabajas en una entidad social, no pienses sólo en personas o voluntarios concretos, piensa también en proyectos, equipos o toda tu entidad: ¿sois una entidad turista, vigía o marinera? Y es que la iniciativa y autonomía también va en el ADN cultural de las organizaciones, y las que mejor sobreviven y se adaptan a los tiempos cambiantes y convulsos que vivimos son las marineras, sin duda.

[1] GARCÍA-RINCÓN, C. (2018). Dinámicas y ejercicios de psicología humanista. Madrid, Homo Prosocius – Amazon Independently Published.

La clave para formar voluntarios independientes y comprometidos con tu organización

Dibujar tu hoja de ruta marinera: esencial para salir de la zona de confort

Uno de los ejercicios de entrenamiento que han de hacer los alumnos que cursan la competencia de Iniciativa y Autonomía en Talante Solidario consiste en analizar su tarea de voluntariado desde las tres actitudes ya comentadas (turista, vigía y marinera) y a continuación establecer una “hoja de ruta” para llevar a la práctica la actitud marinera en su voluntariado, para no quedarse en la zona de confort, propia de la actitud turista. Esto es lo que nos comentó en su ejercicio Mª Teresa, voluntaria acompañando a una persona mayor desde la Fundación Harena:

“En el voluntariado de acompañamiento lo más difícil es conocer y comprender a la persona que se acompaña con sus características, expectativas y necesidades y que todas ellas sean compatibles con las del propio voluntario.

Una actitud turista nos hace situarnos en posición distante, pasando de forma somera de su realidad y necesidades y sin posibilidad de entendimiento ni integración.

Una actitud vigía nos hace poner siempre inconvenientes a las propuestas de personas que nos ofertan desde la fundación, por no estar nunca seguros de cuál de ellas nos conviene más y por no  estar seguros de cómo vamos a sobrevivir fuera de nuestra zona de confort.

Una actitud marinera nos hace aceptar en principio la persona a acompañar, sin exigencias excesivas sobre su perfil, sin demasiado miedo, pasando a la acción sin pereza y con una hoja de ruta que nos guíe para que sea más efectivo.

La hoja de ruta en el acompañamiento desde una actitud marinera:

  • Pasa por tener unos datos básicos, que da la organización, sobre el perfil del acompañado. 
  • Saber que la primera visita es de intercambio de información por ambas partes para ajustarse a las necesidades y gustos y poder crear un feedback lo más satisfactorio para ambos.
  • Intensificar el conocimiento del acompañado en cada uno de los encuentros para ir ampliando actividades y enriqueciendo las conversaciones hasta llegar a una confianza y compenetración que sea atractiva para los dos.
  • Superar los inconvenientes derivados de la relación (tanto físicos como de carácter) asimilando y aceptando que son intrínsecos a todo tipo de relaciones y sabiendo que no podemos cambiar mucho a la persona; con que se sienta acompañada ya podemos dar por bien utilizado nuestro tiempo.
  • No dejar que los inconvenientes nos hagan caer en el abandono, maximizando los beneficios y minimizando las dificultades”.

Este mismo ejercicio que nos ha compartido Mª Teresa, desde Talante Solidario, nos lo podemos aplicar a cualquier tarea de nuestra vida que nos cueste especialmente acometer o afrontar: pensarla desde las tres actitudes, desde esos tres lugares, compararlas y optar finalmente por la actitud marinera dibujando una hoja de ruta, unos pasos lógicos y progresivos. Y esto es útil tanto para ayudar a los demás como para el logro de objetivos personales.

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